
Los incendios sufridos en octubre de 2017 arrasaron con la parroquia de Chandebrito. El balance fue catastrófico, más de 400 hectáreas quemadas además de la muerte de dos vecinas, que no fueron capaces de escapar de las llamas. Sin embargo, a veces, de algo tan negativo pueden surgir cosas buenas. La Comunidad de Montes, vecinos, administraciones, empresas privadas y voluntarios se volcaron con esta zona y las numerosas iniciativas puestas en marcha para proteger y revalorizar el entorno natural y su patrimonio le acabaron dando un empuje brutal.
El “Bosque de la Memoria”, “Arte no Queimado” o los “pulmones” son solo una pequeña muestra del giro que dio este enclave sumado a las intervenciones de repoblación forestal. Además, a raíz del suceso, se retomaron las actuaciones en su máximo exponente patrimonial que no es otro que el Castro. Desde una situación privilegiada, permite una vista panorámica en 360 grados que conecta con Vigo, la comarca del Val Miñor, Porriño o el Monte Cepudo y Alba, este factor estratégico sumado a la fertilidad de sus tierras motivaron la creación de un asentamiento que perduró durante siglos, en concreto desde el 8 AdC. hasta el I dC., lo que lo sitúa como uno de los más longevos de toda Galicia y del que en realidad se sabe poco.
La Cooperativa Árbore Arqueoloxía capitaneada por su presidente Benito Vilas retomó en 2019 lo que hace quince años habían empezado, entre otros, la arqueóloga Rosa Villar y que por diferentes motivos acabaron quedando aparcados. Gracias a las sucesivas campañas apoyadas por la Comunidad de Montes, Concello o Diputación sacaron bastante material, así como 90 metros cuadrados de superficie en los que se emplazan dos estructuras sobre una muralla defensiva que en realidad no son nada, puesto que Vilas calcula que el poblado se extiende a lo largo de tres hectáreas. Sin embargo, esto les permitió interpretar varias curiosidades como que el elemento fortificado en realidad solo cumplía la función de aparentar una robustez que juega directamente con la perspectiva, que se fueron reutilizando materiales a través de los diferentes periodos, que eran guerreros pero que también gozaban de tiempo para el ocio, o que eran comerciantes.
No obstante, las incógnitas siguen siendo muchas y algunas de ellas podrían resolverse con la última excavación prevista, la más ambiciosa, y financiada con fondos municipales. Los 345.000 euros consignados permitirán sacar a la luz 500 metros cuadrados de poblado una vez se liciten las actuaciones y que serán suficientes para entender mejor a los ancestros que poblaron Chandebrito una vez estén consolidadas. “Excavarlo al completo resultaría una locura, de hecho, en Galicia el único que sacó a la superficie al completo fue el de Punta Langosteira”, explica.
Vilas tiene varias cuestiones que le gustaría averiguar, como por ejemplo si fue objeto de nuevas ocupaciones a posteriori. Pero además hay otra que le quita el sueño: encontrar el punto exacto por el que se accedía al complejo, porque hasta el momento se intuyen las diferentes murallas, pero no el acceso que las conecta. Todas estas preguntas se responderán de la única manera posible: con más y más trabajo. Las intervenciones recuperarán el área del promontorio, pero también se prevé actuar en una zona exterior, a mayores la Comunidad de Montes tiene previstas unas catas en el Monte de las Cruces. “Este punto se va a convertir en un referente, un filón que atraerá a mucha más gente”, concluye.
“Este es uno de los más claros de Galicia, sin duda”
A Benito Vilas le llama la atención su configuración, considera que este lugar es uno de los más didácticos desde el punto de vista arqueológico. La montaña se dispone en tres niveles perfectamente delimitados, como si de una tarta de boda se tratase. “Este es uno de los más claros de Galicia, sin duda”, manifiesta. En cuanto a una posible relación con el de Panxón, el arqueólogo considera que más bien son sucesivos, es decir, que el de Chandebrito sería más antiguo y su declive coincidiría con el inicio del situado a pie de mar. “No sabemos cuándo arranca el de Panxón, puede que antes del I AdC, pero su esplendor coincide con la pegada Romana”, aclara mientras coincide con la teoría de que este núcleo tuvo la actividad comercial muy intensa propia de una protociudad.