En Mañufe, lo tradicional y moderno se funden por Navidad

Los oasis de luz desperdigados por la comarca son sinónimo de la intensidad con la que se vive la Navidad, pero en Mañufe, Gondomar, algo pasa con estas fiestas que parece que contagian. Miguel y Tamara son un claro ejemplo de ello y un año más las coreografías luminosas al ritmo de la música vuelven a reinar en su jardín como una institución. Esta pareja se inclina por lo tecnológico y así transmiten su espíritu, pero después hay otros que bajan por la tradición a tumba abierta. Si no que se lo digan a los vecinos de A Texosa en Gondomar, que a la mínima aprovechan la ocasión para hacer de cualquier fecha una fiesta señalada.

Como reza el dicho, “compartir es vivir” y así hacen con todo, comidas, cenas o tardes hasta el punto que lo acaban convirtiendo en costumbre. Pero si hay que hablar de una, la que se lleva la palma es la de la Navidad. Aquí es cuando llevan a su máxima expresión la filosofía que invade todas y cada una de las viviendas situadas en una calle que por situación o por dimensiones pasaría completamente desapercibida si no fuese por sus residentes. Ángela Vilar Palma y Mari Carmen Villar Fernández asumen el papel de embajadoras del vecindario, y enseñan con orgullo el camino que comunica sus casas iluminadas con luces mayores en antigüedad a las de la fiebre viguesa por llenarlo todo de leds. Lo llamativo pasa a segundo plano, lo que más les importa es la calidez de su decoración y la verdad que no tienen ni idea de cuántas bombillas tienen, muy convencidas aseguran que tampoco tienen pensado contarlas. Están secundadas por Noelia, Ana, César, Manolo, Jose, Iván, Suso, Juan “Floqui”, Marisa, “Parrula”, Carmen, Sonia y su hijo Jonathan, además de alguno que probablemente se haya quedado atrás como los mayores del grupo que llegada una hora se retiran para protegerse del frío hasta superar la veintena. Entre todos contribuyen a convertir su calle en un templo Navideño, que este año estrena cortinas lumínicas y una cabina tipo “London”, hecha por un buen amigo que resguarda de las inclemencias un teléfono antiguo y un pequeño árbol con bolas de colores. Su “elenco” lo completa, entre otros elementos, una casita de Papanoel, un muñeco de nieve, velas, unos bancos corridos de madera que utilizan para sentarse durante las fiestas, el buzón o un tren, todo hecho a partir de materiales reciclados. De las cornisas salen unas tiras de guirnaldas luminosas que algunas zigzaguean de casa en casa y un poco más allá un árbol de leds de cinco metros de altura.

El despliegue está presidido por dos elementos que para ellos guardan un gran valor simbólico porque su tradición comenzó con un cartel austero que desea un “Bo Nadal” y un pino de varios metros de altura adornado con bombillas. En su base, los niños de esta zona recogían sus regalos hace treinta años, los mismos que ahora contribuyen a mantener esta costumbre que comienza a organizarse nada más acabar el verano. Ángela se encarga de recaudar fondos, organizan, entre otras actividades, sorteos vendiendo rifas ayudada por Mari Carmen que es “la de las ideas”. De hecho ya tiene alguna para el próximo año aunque no quiso desvelarla porque dice que así se mantiene la magia. Los gastos de luz, aunque admiten son bajos, se comparten conectando a partes iguales y por tramos todo el lucerío. Aún así la subida en la factura les llevó a tomar la decisión de apagarlas después de las 12 cuando antes permanecían en funcionamiento hasta antes del amanecer.