
Un axente da Garda Civil do Posto Principal de Baiona-Nigrán relata nunha carta aberta o que viviu o pasado domingo, cando unha vaga de incendios forestais arrasaron a comarca do Val Miñor.
Son las 11 de la mañana. Hoy me toca descansar. Poco a poco veo que el cielo se tiñe de humo. Viendo que este día puede que no sea un día como otro cualquiera comunico a mi Jefe que cuente conmigo si hace falta cualquier cosa.
A las 4 de la tarde estoy en Gondomar. Me comunican que hay un fuego incontrolado en Baiona y que donde vivo y trabajo está amenazado. Me dirijo para allí.
Me encuentro el fuego a los pies de las casas. Humo por todos lados. Llamas. Niños llorando. Gente gritando. Vecinos de dentro y fuera del Cuartel ayudando a apagar el fuego. Personas que sin dudarlo acuden a ayudarnos a que el Cuartel y nuestras casas no ardan. Algunas de estas personas incluso, en alguna ocasión han podido tener algún problema con la justicia, pero ahí están, anteponiendo su condición humana y dándolo todo. A todos ellos mil gracias. Logramos salvar el Cuartel.
Poco a poco los compañeros libres de servicio van llegando y nos constituimos en patrullas. Me toca Chaparral y Baíña. Luchamos contra las llamas que cercan una casa con un depósito de gas. Hacemos cadenas humanas, cortamos árboles. Un vecino aparece con una motobomba para la piscina. Comunico la situación, pido ayuda, las llamas bajan y nos cercan. Cuando me doy cuenta somos más de 50 personas trabajando codo con codo. Luchando. Un avión descarga en nuestro frente y todos gritamos a la vez. Alzamos los brazos. Todos somos uno. Los nervios están a flor de piel. Nos da un respiro y en ese momento sabemos que vamos a ganar la batalla y así es. Nos damos las manos. Nos damos las gracias unos a otros. Lo logramos.
Continúo la línea de Baíña. Visito casas y fincas.
Me traslado a Camos. Camiño Rial. Allí dos casas y un taller están cercadas por las llamas.
Otra vez la misma escena. Todos a una. Luchamos. Canalizamos un regato. Rompemos una piscina de goma. Se salva todo.
El fuego pasa de largo pero le toca a otra casa. Nos plantamos al fuego otra vez. Cuando me doy cuenta las suelas de mis botas están derretidas. Mi camiseta tiene aguajeros con quemaduras. Mis piernas apenas se sostienen y mis brazos están llenos de heridas y arañazos. El fuego pasa. Nos vamos a Chandebrito. Nos enteramos del trágico suceso. Me siento como que pierdo algo de mí. Vamos por la carretera apartando árboles. No se puede llegar.
Piden ayuda en Baiona. Vamos para allí. San Antón lucha contra las llamas. Una angustia. Todo el mundo defiende sus casas y cientos de personas forman cadenas humanas. Arde por la Virgen de la Roca. De frente el fuego. Miro para atrás y en el alto, como si cayeran dos meteoritos, explotan dos árboles y arden. El fuego está por todos los lados.
Con la lluvia empieza a calmarse todo.
Me voy a dormir a las 5 de la mañana con un nudo en la garganta.
Lloro de rabia porque Galicia es mi tierra y me la han robado.
Lloro porque llevo viviendo en Baiona 15 años y la considero mi hogar donde ha nacido incluso mi hija pequeña.
Lloro porque el Domingo todos nosotros, fuimos uno.
Porque no fuimos ni Guardias Civiles ni Policías, fuimos y actuamos como vecinos. Fuimos uno más.
Porque nunca se para de aprender. Y el Domingo aprendí una gran lección. Que un pueblo humano y unido puede con todo.
Mi tristeza a las fallecidas. Es durísimo esta pérdida. Lo peor que puede pasar.
Pero pasado todo esto sí que me toca ser Guardia Civil y juro que no descansaré hasta que se encuentre a los responsables.
A los que habéis provocado tanto sufrimiento. A los que habéis matado a personas, destruido hogares y nuestra tierra, saber que tarde o temprano os encontraremos y siempre llevareis ese miedo y esa carga encima vuestra.
Gracias una vez más a todos los que ayudasteis a que el Cuartel no ardiera. Os estaré toda mi vida agradecido.
En las grandes calamidades es donde las personas demuestran su condición humana. Gracias.