
Baiona retomará la reparación del talaso natural al aire libre de Monte Boi para acabar de una vez por todas con los problemas sufridos tras su puesta en marcha en octubre de 2018, y lo hará durante el año próximo. Para ello se contempla la construcción de un pozo adosado a uno de los muretes de las instalaciones en donde soterrarán las bombas de agua contando con sus correspondientes rejillas de protección, canalizaciones para mantener cebados los elementos de impulsión que irían sobre unos raíles para facilitar su extracción a la hora de someterlos a una puesta a punto.
Por el momento la idea está sobre la mesa con la previsión de materializarla en 2022, aunque para ello deberán de obtener la autorización de Costas. Las actuaciones vuelven a ser factibles, cuatro meses después de que el tripartito se negase en rotundo a destinar cerca de 50.000 euros con los que ahora se llevarán a cabo las modificaciones además de la automatización del conjunto. Y es que según aseguran los temporales sufridos durante el pasado invierno se llevaron por delante tres de las cuatro bombas de agua salada colocadas en primera línea, expuestas a los azotes de las olas pero también con parte de las tuberías e incluso una de las instalaciones eléctricas al completo.
Un proyecto hecho con prisa, sin tener en cuenta la climatología ni la fuerza del mar son a ojos del edil de Vías y Obras, Óscar Martínez, la raíz de todos los problemas de las instalaciones, sumado a que los actos vandálicos sufridos en 2020 supusieron la guinda de un pastel que acabó convirtiendo a uno de los proyectos más novedosos del anterior gobierno liderado por el popular Ángel Rodal en un auténtico juguete roto. “La propia empresa aseguró que los trabajos estaban mal formulados”, asevera Martínez. El complejo inaugurado en octubre de 2018 tuvo un coste total de más de 150.000 euros, ejecutados en dos fases bajo la denominación de “Poseidón 1 y 2” y financiados conjuntamente por la Diputación, Xunta y Fondos Europeos de Pesca. Entraron en funcionamiento un breve periodo de tiempo y antes del verano de 2019 ya tuvo que ser sometido a una puesta a punto. En 2020 la situación se repitió agravada por actos vandálicos y un mal uso de los pulsadores que obligaron al Concello a cambiarlos en 8 ocasiones. “Hablamos de que cada unidad costó 160 euros”, explica Martínez. Ya en agosto se retiraron todos los mecanismos, incluidos los chorros y aunque posteriormente se colocaron, en junio el tripartito declinó su reparación debido al desembolso constante necesario para su mantenimiento, sumado al cambio de prioridades derivadas de la pandemia.